« Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones» (Hebreos 4: 7).
Debemos creer en su Palabra. El hombre es humano pero Dios es Dios. Que podamos servir a Dios con todos los dones que nos ha dado. Le creemos y le vivimos.
El hombre exterior debe destruirse para que el hombre interior tome lugar.
« Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1: 12-13. Nuestra naturaleza interior, la espiritual, debe verse al exterior. Debemos crecer más en las cosas espirituales para que lleguemos a ser varones perfectos. ¿Qué es lo que permite al hombre animal convertirse en hombre espiritual? «… a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha » (Efesios 5: 27). Como Él es, así seremos nosotros: « Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria » (Colosenses 3: 4).
Romanos 8: 1-9
Estamos en un sobre, y ese sobre debe desaparecer para que nuestra vida pueda aparecer. Lo que está en el interior, no lo vemos: « Cristo en vosotros, la esperanza de gloria » (Colosenses 1: 27). Dios nos enseña el camino que nos permitirá alcanzar lo quiere hacer con nosotros. Hay un combate. Debes saber primero cómo estás posicionado, donde estás ubicado en relación con las cosas de Dios. Si eres un hijo de Dios, pues, observas las cosas de una manera diferente. Solo Dios nos puede aceptar. « Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo.
Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí » (Hebreos 10: 5-7). Somos santificados por la virtud de esa voluntad. Siempre el hombre ha sido pegado a ese pecado, no conseguía separarse de ello. « ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? » (Juan 8: 46). Por eso, Satanás fue turbado. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios » (Efesios 2: 8). « En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho » (Juan 1: 1-3).
Es la Palabra de Dios que tiene la potestad. Es nuestra arma, si la tienes y que la sabes utilizar, el diablo huye. Satanás sólo tiene miedo de Jesús, y este Jesús es la Palabra de Dios. Es el Dios supremo. «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. » (Hechos 4: 12). « ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra » (Salmo 119: 9).
David guardaba la Palabra en su corazón, el alma lleno de la Palabra. Esta Palabra es nuestra riqueza. No debemos tener miedo porque esta Palabra es nuestra brújula. Tenemos que entender eso y tener fe. Cuando te aferras a la Palabra de Dios, tienes la paz. Esta Palabra nos enseña la sabiduría y nos enseña a comportarnos. Este cambio debe operarse progresivamente para llegar a la perfección.
Cuando uno se acerca de ti, debe sentir paz. Si por donde pasas tú, suscitas discordia, es que tienes un problema. «Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días » (Isaías 53:10). Cristo se refleja en ti, prolonga sus días en ti. Lo que buscamos es gustar a Dios. Eres joven pero ¿qué vas a hacer de esta juventud? ¿Qué es lo que te influencia? Cuando hay una movida de moda por aquí y por allá, te encontramos en ella. Debemos ser influenciados, no por el mundo, sino por la Palabra de Dios. En este camino (elegiste este camino), no vas a tener fama. Tienes que aceptar la ignominia y los insultos.
Debemos pasar por donde pasó el Cristo. Jesucristo, así como los discípulos, ha hecho milagros pero los religiosos de aquella época no se alegraron, al contrario, buscaron cómo condenarle. ¿Qué vida enseñas tú? Una vida de famoso. Para cantar, intentamos hacer como el mundo. ¿Qué es lo que te influencia? El mundo toma posesión de nosotros. Por las hojas no se reconoce el árbol, sino por sus frutas. Las hojas se parecen todas pero lo más importante, es la fruta. Lo que se refiere a Dios hace parte de nuestra vida. ¿Cuál es el objetivo en tu vida? El hombre cree que es sabio pero no puede tener más sabiduría que Dios. La gente cree que no somos sabios pero es que confiamos en Dios. Dios es quien da la sabiduría. ¿Es el trabajo el objetivo de tu vida? Pero hoy, te impiden trabajar con este virus, las empresas están cerradas. Ahora entendemos porque Dios nos dice: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias » Filipenses (4: 6).
Si la carne te domina, es que necesitas una liberación. Si eres un hijo de Dios, seguro que tienes algo dentro de ti. Cuando la carne empieza a dominar, te sientes asfixiado. Es una gracia, un honor, ser cristiano. Si para ti, es una vergüenza, es que hay un problema: « Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles » (Lucas 9: 26).
Filipenses 2: 1-4 / 1 Pedro 1: 22-23
« Siendo renacidos…», es decir, nacidos de nuevo. Si Cristo está en vosotros, sí, podéis tener este amor por vuestros hermanos. El odio, la envidia y los combates no vienen de Dios. Debemos tener los mismos sentimientos que Jesucristo.
Romanos 8: 9-14
Si el Espíritu de Dios mora en mí, ya no puedo vivir conforme a la carne. En el pentecostés, esta naturaleza de Cristo fue manifestada por el amor divino. Necesitamos eso, tenemos que volver a ello. Este Espíritu de Cristo acepta la ignominia y los insultos, pero no siempre los honores. Debemos ser personas que aportan la alegría a la gente. ‘‘No lo hizo por mí, entonces, tampoco lo hago por él’’: eso es puramente carnal. Debemos ser guiados por la Palabra. Cuando manifiestas el amor en esas situaciones, la gente piensa que eres débil pero Dios te ve fuerte. Dominas así la situación. Cuando Cristo mora en nosotros, la manifestación de la carne es distinta de la de cuando éramos sin Cristo, porque ahora dominas la carne. Ya no nos asociamos a la carne.